Oh my god, It’s bottom glups! – parte II
En nuestra primera aproximación al concepto hicimos una disección más o menos profunda de sus implicaciones, de la realidad asociada al bottom-up como proceso que necesita obligatoriamente la modificación de las estructuras políticas actuales para realizarse, pero vimos también que este es un proceso que siempre necesita la existencia de un bottom y un up y que estos entiendan claramente su posición en el juego; los primeros como demandantes y los segundos como concesores. Diremos que, si bien, los procesos bottom-up implican un cambio en la toma de decisiones siguen manteniendo el statu-quo intacto al dar por válida la existencia de la verticalidad manifiesta entre el bottom (abajo) y el up (arriba). Habrá quien diga que esto es necesario para garantizar la gestión de las propuestas y habrá quien piense que, hecho el trabajo desde abajo, no es descabellada la gestión desde abajo y por tanto va sobrando tanto up…
De hecho en nuestro post anterior sobre este tema ya veíamos que, los fracasos del bottom-up venían siempre por la falta de implicación real del UP, pero siendo esto así, ¿cuál es la razón del éxito enorme que tiene este concepto entre los administradores de lo público? Intentaremos explicar esto.
Podemos convenir en que el bottom-up se ha convertido en una estrategia del UP, es decir, una estrategia de quienes mantienen el poder y esto ha sido posible por el filtro que establecen estos procesos. Al ser gestionados finalmente por el UP, es este y no el BOTTOM quien decide que se materializa y que no. Este papel de censores se lo otorgamos al dar por buena la conformación de que hay un abajo y un arriba en los procesos, por tanto lo que legitima el UP, lo que se encuentra en su agenda, lo que tiene contactos… es lo que definitivamente pasa al UP. Lo que no pasa suele acabar convertido en procesos autogestionados en el mejor de los casos, cuando no mueren por falta de apoyo.
Vemos entonces que ciertos procesos pueden estar muy trabajados desde abajo, responder a necesidades muy explícitas, tener fuerte base social, visualizar un conflicto real y no por ello acabar modificando la estructura decisoria del UP, por lo que se quedan huérfanos por arriba, pero en esta estrategia casi da más miedo lo contrario, ¿estamos seguros que todo lo que, desde el UP, se vende como bottom-up, ha sido en realidad parte de un proceso desde abajo? Parece que la buena vida que está teniendo este concepto en los últimos tiempos tiene que ver mucho también con el efecto legitimador que supone para ciertas políticas mejor o peor vistas desde la sociedad.
¿Queremos decir con esto que estamos contra los procesos bottom-up?, claro que no, sería una lectura pueril de nuestro análisis, queremos decir que hay que ser responsable cuando se trabaja en este tipo de procesos y saber, en nuestro caso, que lo importante, siempre será el BOTTOM, la base.
Un último apunte con respecto a este término es lo que tiene que ver con su expresión; se llama bottom-up a lo que siempre hemos llamado proyectos de base… admitimos que el anglicismo suena mucho mejor y que, a algunos, les permite ganarse mejor la vida.